Casi una semana después de que un ataque con drones en Jordania matara a tres soldados estadounidenses, Estados Unidos atacó el viernes a la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) iraní y a milicias afiliadas en Irak y Siria en un total de siete sitios. Los bombarderos alcanzaron 85 objetivos, según funcionarios de defensa estadounidenses.
El sábado, fuerzas estadounidenses y británicas lanzaron una nueva ronda de ataques, esta vez contra la milicia hutí en Yemen. Se bombardearon 13 objetivos, que incluían almacenes de armamento, sistemas de lanzamiento de misiles y de defensa antiaérea, según informó el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin en un comunicado.
Los ataques se esperaban desde hacía varios días, y mientras tanto, la administración de Biden se ha enfrentado a preguntas y críticas de los republicanos sobre el momento y la contundencia que tendría la respuesta de Estados Unidos.
Funcionarios de defensa y seguridad afirmaron que la meteorología había dificultado llevar a cabo la respuesta antes, y que el viernes presentaba las mejores condiciones para lanzar el primer ataque.
Aunque la Casa Blanca y el Pentágono también aseguraron en repetidas ocasiones que estaban evitando advertir de las operaciones en los días previos a los ataques, los expertos creen que hicieron precisamente eso, con la intención última de evitar una guerra más amplia con Irán.